Ciudad de sucias tejas soleadas:
casi eres realidad, apenas nido sólo un rumor, un humo desprendido, de las praderas verdes y asombradas. Luego hay hombres de vidas apretadas a tu destino semiderruido y muchachas que crecen entre el ruido cual si estuvieran entre amor sembradas. A casi todas miro tiernamente, y los viejos alegran tus afueras con sus traviesas cabelleras blancas. Yo estoy contento y, cariñosamente, caballo gris me gustaría que fueras para darte palmadas en las ancas. |
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