viernes, 29 de enero de 2016

El rey y los pícaros, Don Juan Manuel

Una vez el conde Lucanor le dijo a Patronio, su consejero:
-Patronio, un hombre me ha venido a proponer una cosa muy importante y que dice me conviene mucho, pero me pide que no lo diga a ninguna persona por confianza que me inspire, y me encarece tanto el secreto que me asegura que si lo digo toda mi hacienda y hasta mi vida estarán en peligro. Como sé que nadie os podrá decir nada sin que os deis cuenta si es verdad o no, os ruego me digáis lo que os parece esto.
-Señor conde Lucanor -respondió Patronio-, para que veáis lo que, según mi parecer, os conviene más, me gustaría que supierais lo que sucedió a un rey con tres granujas que fueron a estafarle.
El conde le preguntó qué le había pasado.
-Señor conde Lucanor -dijo Patronio-, tres pícaros fueron a un rey y le dijeron que sabían hacer telas muy hermosas y que especialmente hacían una tela que sólo podía ser vista por el que fuera hijo del padre que le atribuían, pero que no podía verla el que no lo fuera. Al rey agradó esto mucho, esperando que por tal medio podría saber quiénes eran hijos de los que aparecían como sus padres y quiénes no, y de este modo aumentar sus bienes, ya que los moros no heredan si no son verdaderamente hijos de sus padres; a los que no tienen hijos los hereda el rey. Éste les dio un salón para hacer la tela.
Dijéronle ellos que para que se viera que no había engaño, podía encerrarlos en aquel salón hasta que la tela estuviese acabada. Esto también agradó mucho al rey, que los encerró en el salón, habiéndoles antes dado todo el oro, plata, seda y dinero que necesitaban para hacer la tela.
Ellos pusieron su taller y hacían como si se pasaran el tiempo tejiendo. A los pocos días fue uno de ellos a decir al rey que ya habían empezado la tela y que estaba saliendo hermosísima; díjole también con qué labores y dibujos la fabricaban, y le pidió que la fuera a ver, rogándole, sin embargo, que fuese solo. Al rey le pareció muy bien todo ello.
Queriendo hacer antes la prueba con otro, mandó el rey a uno de sus servidores para que la viese, pero sin pedirle le dijera luego la verdad. Cuando el servidor habló con los pícaros y oyó contar el misterio que tenía la tela, no se atrevió a decirle al rey que no la habla visto. Después mandó el rey a otro, que también aseguró haber visto la tela. Habiendo oído decir a todos los que había enviado que la habían visto, fue el rey a verla. Cuando entró en el salón vio que los tres pícaros se movían como si tejieran y que le decían: "Ved esta labor. Mirad esta historia. Observad el dibujo y la variedad que hay en los colores." Aunque todos estaban de acuerdo en lo que decían, la verdad es que no tejían nada. Al no ver el rey nada y oír, sin embargo, describir una tela que otros hablan visto, se tuvo por muerto, porque creyó que esto le pasaba por no ser hijo del rey, su padre, y temió que, si lo dijera, perdería el reino. Por lo cual empezó a alabar la tela y se fijó muy bien en las descripciones de los tejedores. Cuando volvió a su cámara refirió a sus cortesanos lo buena y hermosa que era aquella tela y aun les pintó su dibujo y colores, ocultando así la sospecha que había concebido.
A los dos o tres días envió a un ministro a que viera la tela. Antes de que fuese el rey le contó las excelencias que la tela tenía. El ministro fue, pero cuando vio a los pícaros hacer que tejían y les oyó describir la tela y decir que el rey la había visto, pensó que él no la veía por no ser hijo de quien tenía por padre y que si los demás lo sabían quedaría deshonrado. Por eso empezó a alabar su trabajo tanto o más que el rey.
Al volver el ministro al rey, diciéndole que la había visto y haciéndole las mayores ponderaciones de la tela, se confirmó el rey en su desdicha, pensando que si su ministro la veía y él no, no podía dudar de que no era hijo del rey a quien había heredado. Entonces comenzó a ponderar aún más la calidad y excelencia de aquella tela y a alabar a los que tales cosas sabían hacer.
Al día siguiente envió el rey a otro ministro y sucedió lo mismo. ¿Qué más os diré? De esta manera y por el temor a la deshonra fueron engañados el rey y los demás habitantes de aquel país, sin que ninguno se atreviera a decir que no veía la tela. Así pasó la cosa adelante hasta que llegó una de las mayores fiestas del año. Todos le dijeron al rey que debía vestirse de aquella tela el día de la fiesta. Los pícaros le trajeron el paño envuelto en una sábana, dándole a entender que se lo entregaban, después de lo cual preguntaron al rey qué deseaba que le hiciesen con él. El rey les dijo el traje que quería. Ellos le tomaron medidas e hicieron como si cortaran la tela, que después coserían.
Cuando llegó el día de la fiesta vinieron al rey con la tela cortada y cosida. Hiciéronle creer que le ponían el traje y que le alisaban los pliegues. De este modo el rey se persuadió de que estaba vestido, sin atreverse a decir que no veía la tela. Vestido de este modo, es decir, desnudo, montó a caballo para andar por la ciudad. Tuvo la suerte de que fuera verano, con lo que no corrió el riesgo de enfriarse. Todas las gentes que lo miraban y que sabían que el que no veía la tela era por no ser hijo de su padre, pensando que los otros sí la veían, se guardaban muy bien de decirlo por el temor de quedar deshonrados. Por esto todo el mundo ocultaba el que creía que era su secreto. Hasta que un negro, palafrenero del rey, que no tenía honra que conservar, se acercó y le dijo:
-Señor, a mí lo mismo me da que me tengáis por hijo del padre que creí ser tal o por hijo de otro; por eso os digo que yo soy ciego o vos vais desnudo.
El rey empezó a insultarle, diciéndole que por ser hijo de mala madre no veía la tela. Cuando lo dijo el negro, otro que lo oyó se atrevió a repetirlo, y así lo fueron diciendo, hasta que el rey y todos los demás perdieron el miedo a la verdad y entendieron la burla que les habían hecho. Fueron a buscar a los tres pícaros y no los hallaron, pues se habían ido con lo que le habían estafado al rey por medio de este engaño.
Vos, señor conde Lucanor, pues ese hombre os pide que ocultéis a vuestros más leales consejeros lo que él os dice, estad seguro de que os quiere engañar, pues debéis comprender que, si apenas os conoce, no tiene más motivos para desear vuestro provecho que los que con vos han vivido y han recibido muchos beneficios de vuestra mano, y por ello deben procurar vuestro bien y servicio.
El conde tuvo este consejo por bueno, obró según él y le fue muy bien. Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo hizo poner en este libro y escribió unos versos que dicen así:
Al que te aconseja encubrirte de tus amigos
le es más dulce el engaño que los higos.


Don Juan Manuel: El libro del conde Lucanor. 

jueves, 28 de enero de 2016

Capital de provincia, Angel González

Ciudad de sucias tejas soleadas:
casi eres realidad, apenas nido
sólo un rumor, un humo desprendido,
de las praderas verdes y asombradas.

Luego hay hombres de vidas apretadas
a tu destino semiderruido
y muchachas que crecen entre el ruido
cual si estuvieran entre amor sembradas.

A casi todas miro tiernamente,
y los viejos alegran tus afueras
con sus traviesas cabelleras blancas.

Yo estoy contento y, cariñosamente,
caballo gris me gustaría que fueras
para darte palmadas en las ancas.

miércoles, 27 de enero de 2016

Primero vinieron por los judíos, Martin Niemöller


Primero vinieron por los judíos / Martin Niemöller. Ilustración: Liz Elsby
Primero vinieron por los judíos
y guardé silencio
porque yo no era judío.

Luego vinieron por los comunistas
y guardé silencio
porque yo no era comunista.

Luego vinieron por los sindicalistas
y guardé silencio
porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a buscarme
ya no quedaba nadie
que pudiera hablar por mí.
Martin Niemöller, pastor luterano y teólogo alemán. Nació en Alemania en 1892. Partidario al comienzo de las políticas de Hitler, después se opuso a ellas, razón por la cual fue arrestado y confinado en los campos de concentración de Sachsenhausen y Dachau. Liberado por los aliados en 1945, continuó con su trabajo en Alemania como clérigo y célebre pacifista.

Hoy es el Día Internacional de Conmemoración de la Memoria de las Víctimas del Holocausto.

martes, 26 de enero de 2016

La lágrima / The Tear Drop, Robert Burns


Mi corazón es angustia, y lágrimas caen de mis ojos;

Hace largo, largo tiempo que la alegría me es extraña:
Olvidado y sin amigos soporto mil montañas,
Sin una voz dulce que suene en mis oídos.

Amarte es mi placer, y profundo lastima tu encanto;
Amarte es mi desdicha, y esta pena lo ha demostrado;
Pero el corazón herido que ahora sangra en mi pecho
Se siente como un flujo incansable que pronto será deshecho.

Oh, si yo fuese -si acariciar la felicidad yo pudiese-
Abajo en el arroyo joven, en el cansado castillo verde;
Pues allí deambula entre melodías permanentes
Aquella lágrima seca de tus ojos.





Wae is my heart, and the tear's in my e'e; 
Lang, lang has Joy been a stranger to me:
Forsaken and friendless, my burden I bear, 
And the sweet voice o' Pity ne'er sounds in my ear.  

Love thou hast pleasures, and deep hae I luv'd; 
Love, thou hast sorrows, and sair hae I pruv'd; 
But this bruised heart that now bleeds in my breast, 
I can feel, by its throbbings, will soon be at rest.  

Oh, if I were-where happy I hae been- 
Down by yon stream, and yon bonie castle-green; 
For there he is wand'ring and musing on me, 
Wha wad soon dry the tear-drop that clings to my e'e


 .

lunes, 25 de enero de 2016

Río Duero, Dámaso Alonso

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda,
no quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso,
pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,

sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.


viernes, 22 de enero de 2016

Greguerías, Ramón Gómez de la Serna


Venecia es el sitio en que navegan los violines.

El reloj del capitán de barco cuenta las olas.

El viento es torpe: el viento no sabe cerrar una puerta.

El Coliseo en ruinas es como una taza rota del desayuno de los siglos.

La ametralladora suena a máquina de escribir de la muerte.

El lápiz sólo escribe sombras de palabras.

El agua no tiene memoria: por eso es tan limpia.
       
La postura de la cigüeña sobre una pata se debe a lo largas que son las esperas hasta que salen los niños.

La pulga hace guitarrista al perro.

¿Qué está haciendo en realidad la luna? La luna está tomando el sol.

El perfume es el eco de las flores.

Después de nudista se es huesista.

El mar sólo ve viajar: él no ha viajado nunca.

En el vinagre está todo el mal humor del vino.

El espantapájaros semeja un espía fusilado.

El tenedor es el peine de los tallarines.

Abrir un paraguas es como disparar contra la lluvia.

La ópera es la verdad de la mentira, y el cine es la mentira de la verdad.

 Lo único que está mal en la muerte es que nuestro esqueleto podrá confundirse con otro


Sobre la greguería…


Desde 1910 –hace cincuenta años– me dedico a la greguería, que nació aquel día de escepticismo y cansancio en que cogí todos los ingredientes de mi laboratorio, frasco por frasco, y los mezclé, surgiendo de su precipitado, depuración y disolución radical, la greguería. Desde entonces, la greguería es para mí la flor de todo lo que queda, lo que vive, lo que resiste más al descreimiento. La greguería ha sido perseguida, denigrada, y yo he llorado y reído por eso entremezcladamente, porque eso me ha dado pena y me ha hecho gracia. Cuando se publicaron por primera vez en los periódicos, muchos lectores se daban de baja. "¡Cámbielas de nombre'.", me decía el director; pero yo me negué terminantemente.

El encuentro con la greguería fue lo que me trajo la suerte. Gracias a las Greguerías he vivido, he conferenciado, he viajado, he tenido contraseña universal. En realidad, me dedico a la greguería desde mi niñez, y al ama de cría ya le lanzaba greguerías. Es lo único que no improviso nunca. Me las concede esa adolescencia de la vida que es pareja de nuestra adolescencia o de nuestra vejez... Tienen que ser lentas y naturales. Son una gota de los siglos que atraviesa mi cráneo. Se puede improvisar una novela, pero no una greguería.

Fragmento del prólogo a la edición de 1960 de  Greguerías.

 


jueves, 21 de enero de 2016

Muebles "El Canario", Felisberto Hernández


La propaganda de estos muebles me tomó desprevenido. Yo había ido a pasar un mes de vacaciones a un lugar cercano y no había querido enterarme de lo que ocurriera en la ciudad. Cuando llegué de vuelta hacía mucho calor y esa misma noche fui a una playa. Volvía a mi pieza más bien temprano y un poco malhumorado por lo que me había ocurrido en el tranvía. Lo tomé en la playa y me tocó sentarme en un lugar que daba al pasillo. Como todavía hacía mucho calor, había puesto mi saco en las rodillas y traía los brazos al aire, pues mi camisa era de manga corta. Entre las personas que andaban por el pasillo hubo una que de pronto me dijo:
-Con su permiso, por favor...
Y yo respondí con rapidez:
-Es de usted.
Pero no sólo no comprendí lo que pasaba sino que me asusté. En ese instante ocurrieron muchas cosas. La primera fue que aun cuando ese señor no había terminado de pedirme permiso, y mientras yo le contestaba, él ya me frotaba el brazo desnudo con algo frío que no sé por qué creí que fuera saliva. Y cuando yo había terminado de decir "es de usted" ya sentí un pinchazo y vi una jeringa grande con letras. Al mismo tiempo una gorda que iba en otro asiento decía:
-Después a mí.
Yo debo haber hecho un movimiento brusco con el brazo porque el hombre de la jeringa dijo:
-¡Ah!, lo voy a lastimar... quieto un...
Pronto sacó la jeringa en medio de la sonrisa de otros pasajeros que habían visto mi cara. Después empezó a frotar el brazo de la gorda y ella miraba operar muy complacida. A pesar de que la jeringa era grande, sólo echaba un pequeño chorro con un golpe de resorte. Entonces leí las letras amarillas que había a lo largo del tubo: Muebles "El Canario". Después me dio vergüenza preguntar de qué se trataba y decidí enterarme al otro día por los diarios. Pero apenas bajé del tranvía pensé: "No podrá ser un fortificante; tendrá que ser algo que deje consecuencias visibles si realmente se trata de una propaganda." Sin embargo, yo no sabía bien de qué se trataba; pero estaba muy cansado y me empeciné en no hacer caso. De cualquier manera estaba seguro de que no se permitiría dopar al público con ninguna droga. Antes de dormirme pensé que a lo mejor habrían querido producir algún estado físico de placer o bienestar. Todavía no había pasado al sueño cuando oí en mí el canto de un pajarito. No tenía la calidad de algo recordado ni del sonido que nos llega de afuera. Era anormal como una enfermedad nueva; pero también había un matiz irónico; como si la enfermedad se sintiera contenta y se hubiera puesto a cantar. Estas sensaciones pasaron rápidamente y en seguida apareció algo más concreto: oí sonar en mi cabeza una voz que decía:
-Hola, hola; transmite difusora "El Canario"... hola, hola, audición especial. Las personas sensibilizadas para estas transmisiones... etc., etc.
Todo esto lo oía de pie, descalzo, al costado de la cama y sin animarme a encender la luz; había dado un salto y me había quedado duro en ese lugar; parecía imposible que aquello sonara dentro de mi cabeza. Me volví a tirar en la cama y por último me decidí a esperar. Ahora estaban pasando indicaciones a propósito de los pagos en cuotas de los muebles "El Canario". Y de pronto dijeron:
-Como primer número se transmitirá el tango...
Desesperado, me metí debajo de una cobija gruesa; entonces oí todo con más claridad, pues la cobija atenuaba los ruidos de la calle y yo sentía mejor lo que ocurría dentro de mi cabeza. En seguida me saqué la cobija y empecé a caminar por la habitación; esto me aliviaba un poco pero yo tenía como un secreto empecinamiento en oír y en quejarme de mi desgracia. Me acosté de nuevo y al agarrarme de los barrotes de la cama volví a oír el tango con más nitidez.
Al rato me encontraba en la calle: buscaba otros ruidos que atenuaran el que sentía en la cabeza. Pensé comprar un diario, informarme de la dirección de la radio y preguntar qué habría que hacer para anular el efecto de la inyección. Pero vino un tranvía y lo tomé. A los pocos instantes el tranvía pasó por un lugar donde las vías se hallaban en mal estado y el gran ruido me alivió de otro tango que tocaban ahora; pero de pronto miré para dentro del tranvía y vi otro hombre con otra jeringa; le estaba dando inyecciones a unos niños que iban sentados en asientos transversales. Fui hasta allí y le pregunté qué había que hacer para anular el efecto de una inyección que me habían dado hacía una hora. Él me miró asombrado y dijo:
-¿No le agrada la transmisión?
-Absolutamente.
-Espere unos momentos y empezará una novela en episodios.
-Horrible -le dije.
Él siguió con las inyecciones y sacudía la cabeza haciendo una sonrisa. Yo no oía más el tango. Ahora volvían a hablar de los muebles. Por fin el hombre de la inyección me dijo:
-Señor, en todos los diarios ha salido el aviso de las tabletas "El Canario". Si a usted no le gusta la transmisión se toma una de ellas y pronto.
-¡Pero ahora todas las farmacias están cerradas y yo voy a volverme loco!
En ese instante oí anunciar:
-Y ahora transmitiremos una poesía titulada "Mi sillón querido", soneto compuesto especialmente para los muebles "El Canario".
Después el hombre de la inyección se acercó a mí para hablarme en secreto y me dijo:
-Yo voy a arreglar su asunto de otra manera. Le cobraré un peso porque le veo cara honrada. Si usted me descubre pierdo el empleo, pues a la compañía le conviene más que se vendan las tabletas.
Yo le apuré para que me dijera el secreto. Entonces él abrió la mano y dijo:
-Venga el peso.
Y después que se lo di agregó:
-Dese un baño de pies bien caliente.

miércoles, 20 de enero de 2016

Palma sola, Nicolás Guillén

La palma que está en el patio
nació sola;
creció sin que yo la viera,
creció sola;
bajo la luna y el sol,
vive sola.
Con su largo cuerpo fijo,
palma sola;
sola en el patio sellado,
siempre sola,
guardián del atardecer,
sueña sola.
La palma sola soñando,
palma sola,
que va libre por el viento,
libre y sola,
suelta de raíz y tierra,
suelta y sola,
cazadora de las nubes,
palma sola,
palma sola,
palma.

Poema aportado por Estefanía, 1º C 

OJOS CLAROS, SERENOS, Gutierre de Cetina

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

martes, 19 de enero de 2016

La muerte de la rosa, Gabriel García Márquez

Murió de mal de aroma
Rosa idéntica, exacta.
Subsistió a su belleza,
Sucumbió a su fragancia.
No tuvo nombre: acaso
La llamarían Rosaura,
O Rosa-fina, o Rosa
Del amor o Rosalía, 
O simplemente: Rosa,
Como la nombra el agua.
Más le hubiera valido
Ser siempreviva, Dalia,
Pensamiento con luna
Como un ramo de acacia.
Pero ella será eterna:
Fue rosa y eso basta.
Dios le guarde en su reino
A la diestra del alba.


Poema aportado por Melany, 1ºE

ADIVINANZA

 ¡Adivina, adivinador!
Vino a casa un gran señor.
¡Tic-tac! ¡Tic-toc!

Cuando llama toca el timbre
y es chiquito y barrigón.
¡Tic-tac! ¡Tic-toc!

Tiene dos cuchillos negros
y paticas de gorrión.
¡Tic-tac! ¡Tic-toc!

En la espalda tiene llaves
y ganzúas de ladrón.
¡Tic-tac! ¡Tic-toc!

Ha venido con paraguas
y no llueve ni hace sol.
¡Tic-tac! ¡Tic-toc!

¡Adivina, adivinador!
¿Quién es este gran señor?
¡Tic-tac! ¡Tic-toc!

José Sebastián Tallón

Poema aportado por Melanie, 1ºC



El otoño, Luis García Montero

El otoño es un barco que navega
con abrigos, silencios y paraguas,
sobre los parques y las arboledas.

¡Gaviotas amarillas!
Son las hojas que vuelan
y caen lentamente
hasta pisar la tierra.


El cielo frío se parece al humo
de los barcos sin velas
que dibujan el sueño de los vientos
con los pinceles de sus chimeneas.

Yo soy el marinero del otoño.
Mira mi barba seca
y las bellas gaviotas melancólicas
volando en mi cabeza.
En la orilla dormida de la tarde
hay olas de silencio y de tristeza.

Por las ramas desnudas,
por el agua secreta,
por los abrigos grises,
el otoño navega
como un barco perdido
sobre las arboledas. 

Lecciones de poesía para niños inquietos, 1999

lunes, 18 de enero de 2016

Paso del tiempo, Koldo Fierro

Esperé a que volvieras
durante días, semanas, años
quizá toda la vida
desde que tengo memoria 

Y nunca volviste
Siempre tú, en mis sueños
Siempre tú, en mis esperanzas
Siempre tú

Y ahora que te vuelvo a ver
qué suerte,
ya no te necesito.

Poema aportado por Colinn, 1º A

Desaced ese verso, León Felipe

Deshaced ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma...
Aventad las palabras...
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.

¿Qué
importa
que la estrella
esté remota
y deshecha
la rosa?...
Aún tendremos
el brillo y el aroma.
 Versos y oraciones de caminante, 1920

domingo, 17 de enero de 2016

Alas negras, Cesar Santiago Galli

Tristes y negras rosas
posan en tu entierro...final
sin buscarte...sin tenerte...
no cumpliste con ese deseo perfecto...

se marchita el remordimiento
de no haberte tenido un día mas aquí…
bajo tus alas negras yo me sentía protegido..
entre tus brazos..sentía tu dominio...

Nunca me conformare con tu cruel destino
tu recuerdo vivirá por toda la eternidad...
buscando ideas que calmen ese sentido 
una luz oscura se posa en mi soledad...

ya no siento mas mi llanto
ya no siento mas el pasado...
que estuvo en mí...
 
http://elpoetanocturno666.blogspot.com.es/2007/05/poesia-oscura_09.html
 

Poema aportado por Alí

sábado, 16 de enero de 2016

Me dijo una tarde de primavera, Antonio Machado


Me dijo una tarde
de la primavera:
Si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino
que te vista, sea
tu traje de duelo,
tu traje de fiesta. 
Ama tu alegría
y ama tu tristeza,
si buscas caminos
en flor en la tierra.
Respondí a la tarde
de la primavera:
Tú has dicho el secreto
que en mi alma reza:
yo odio la alegría
por odio a la pena.
Mas antes que pise
tu florida senda,
quisiera traerte
muerta mi alma vieja.


Poema aportado por Nora, 1ºE

viernes, 15 de enero de 2016

El barquito de papel, de Amado Nervo

Con la mitad de un periódico
hice un barco de papel;
en la fuente de mi casa

lo hice navegar muy bien.


Mi hermana con su abanico
sopla y sopla sobre él.
¡Buen viaje, muy buen viaje,
barquichuelo de papel!

Poema aportado por Mario H. 1ºC

Rima IV, Gustavo Adolfo Bécquer

No digáis que agotado su tesoro
de asuntos falta, enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas:
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras a ciencia la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
mientras la humanidad, siempre avanzando,
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre
¡habrá poesía!
Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!

jueves, 14 de enero de 2016

Cuando, infeliz, postrado, William Shakespeare

Cuando, infeliz, postrado por el hombre y la suerte,
en mi triste destierro lloro a solas conmigo,
y agito al sordo cielo mi grito vano y fuerte,
y, volviendo a mirarme, mi destino maldigo,
y sueño ser como otro más rico en esperanza,
tener su mismo aspecto, gozar sus compañías,
y envidio el arte de éste, del otro la pujanza,
hastiado aún de aquello que me daba alegrías;
si en estos pensamientos mi desprecio me espanta,
pienso en ti felizmente, y entonces mi consuelo
como una alondra a orillas del día se levanta

del mundo oscuro, y canta a las puertas del cielo.
Tal riqueza me ofreces, dulce amor recordado,
que desdeño cambiar con los reyes mi estado.
Versión de William Ospina

Poema compartido por Jiang Jiao, 1ºC

Los sabios del lenguaje


Seguidamente fuimos a la escuela de idiomas, donde tres profesores estaban deliberando sobre cómo mejorar el de su país.

El primer proyecto era abreviar el discurso reduciendo los polisílabos a una sílaba y eliminando verbos y adjetivos, porque en realidad todas las cosas que pueden imaginarse no son sino nombres.

El otro proyecto era un esquema para suprimir total y absolutamente todas las palabras; y esto se recomendaba encarecidamente como un gran beneficio desde el punto de vista de la salud y de la brevedad, pues es evidente que cada palabra que hablamos significa en cierta medida la disminución de los pulmones por desgaste, y por tanto contribuye a acortar la vida. Se ofrecía por tanto una solución, y era que, como las palabras son sólo nombres de cosas, más práctico sería que todos los hombres llevaran encima las cosas que necesitaran para expresar concretamente aquello de lo que tuvieran que hablar. Y este invento se habría puesto en práctica, para mayor comodidad y salud del individuo, si las mujeres junto con la plebe y los analfabetos no hubieran amenazado con alzarse en rebelión si no se les daba libertad para hablar con la lengua según el uso de sus abuelos, que tan irreconciliable enemigo de la ciencia es siempre el vulgo. No obstante, muchos de los más doctos y sabios han abrazado el nuevo método de expresarse por medio de cosas, que conlleva sólo un inconveniente, y es que si un hombre tiene que tratar un asunto muy amplio y muy variado se ve obligado naturalmente a llevar a cuestas un bulto más grande de cosas, a menos que pueda permitirse el lujo de uno o dos criados que lo acompañen. A menudo vi a dos sabios de éstos casi derrengados bajo el peso de los fardos, como nuestros vendedores ambulantes, que, cuando se veían en la calle echaban al suelo sus cargas, abrían el costal y sostenían una conversación durante una hora entera; guardaban luego sus instrumentos, se ayudaban el uno al otro a echarse otra vez la carga y se despedían.
Pero para conversaciones cortas un hombre puede llevar en los bolsillos y bajo los brazos instrumentos de sobre para manejarse, y en casa nunca se encontrará sin saber qué decir; por eso la habitación donde se reúnen quienes practican este arte llena de todas las cosas, puestas bien a mano, que puedan proporcionar materia para este tipo de charla artificial.
Otro gran beneficio que ofrecía este invento era su utilización como idioma universal, que pudiera entenderse en todas las naciones civilizadas cuyos productos y utensilios son por lo general del mismo tipo o casi parecidos, de manera que sus aplicaciones pudieran comprenderse fácilmente. Así los embajadores estarían capacitados para negociar con soberanos extranjeros o ministros de gobierno cuyo idioma desconocieran totalmente.

Jonathan Swift: Los viajes de Gulliver, cap. V