Zeus y Hermes descendieron desde el
monte Olimpo a la tierra para comprobar la hospitalidad de los habitantes de
Frigia. Llamaron a mil puertas pidiendo abrigo y descanso pero todas
permanecieron cerradas. La única casa que los acogió fue la de Filemón y
Baucis, una pareja de pobres ancianos que vivían en una pequeña y humilde choza
de las colinas.
El anciano Filemón les invitó a
sentarse en un banco de madera sobre el que su esposa había colocado una manta.
Baucis removió las brasas de la chimenea para reavivar el fuego, lo alimentó
con hojarasca y cortezas secas, y con su débil soplo de anciana hizo renacer de
nuevo las llamas. En un pequeño caldero preparó una humilde pero sabrosa comida
para sus huéspedes con un repollo, que su esposo había recogido aquella misma
tarde del huerto, y una loncha de lomo de cerdo ahumado, que tenían colgado de
una viga. Ofrecieron a los viajeros una cubeta de madera de haya con agua tibia
para que pudieran descansar y calentarse los pies.
Baucis limpió la mesa con verdes
hojas de menta y sirvió aceitunas, verdes y negras, cerezas maceradas en vino,
endibias, rábanos, cuajada, huevos y un buen vino. El guiso de repollo estaba
exquisito y fue muy alabado por todos los comensales. Los postres consistieron
en nueces, higos secos, dátiles, ciruelas, manzanas aromáticas, uvas y un
reluciente panal de miel que colocaron en el centro de la mesa. La generosidad
y hospitalidad de los dos ancianos les había hecho ofrecer a sus huéspedes todo
lo que tenían y, siempre, mostrando un rostro afable y sonriente.
Filemón y Baucis observaron que la
jarra de vino, que habían vaciado varias veces, se volvía a llenar sola. Se
dieron cuenta que aquellos hombres eran, en realidad, dioses y les imploraron
perdón por la escasa comida y la pobreza de su casa. Filemón se levantó a
sacrificar el único ganso que tenían para ofrecérselo a los dioses.
Entonces Zeus les dijo:
-Es verdad que somos dioses y vamos a
castigar a todos los habitantes de esta comarca por su falta de hospitalidad. ¡Seguidnos
hasta la cima del monte!
Cuando llegaron a la cumbre vieron
que un enorme lago había sumergido toda la región ahogando a todos los
habitantes de Frigia. Lo único que no se había cubierto por las aguas era su
humilde choza.
Filemón y Baucis, asombrados por lo
que estaban viendo, lloraban por sus vecinos y en aquel momento su vieja y
pequeña cabaña se transformó en un hermoso templo.
Zeus les dijo:
-Pedidme lo que queráis.
Filemón habló brevemente con Baucis y
expuso este deseo a los dioses:
- Puesto que hemos vivido juntos en
esta tierra toda nuestra vida queremos seguir aquí como guardianes y sacerdotes
de vuestro templo y también deseamos que la muerte nos lleve a los dos al mismo
tiempo para que yo jamás pueda ver la tumba de mi esposa y ella no tenga que
enterrarme a mí.
Y así juntos y felices durante muchos años. Cuando les llegó la hora, Zeus cumplió su deseo y
los transformó en dos árboles, un tilo y una encina, que desde entonces crecen
juntos en la puerta del templo.
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