Ya se murió la sardina,
ya la llevan a enterrar
entre cuatro polis bizcos,
el cura y el sacristán.
Ya lloran las buenas gentes.
¡Ay..., mira, llorando están!
Dando gritos doloridos,
dando gritos sin cesar
que se escuchan en la calle,
en la plaza y en el bar.
¡Ay... qué luto más riguroso!
¡Qué pena más colosal!
Desmayo... Dolor... Angustia...
Ya se llevan a enterrar,
entre cuatro polis bizcos,
el cura y el sacristán,
la más hermosa sardina
hecha para el carnaval.
ISABEL MEDINA: La princesa vagabunda y otros poemas
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